EL ROMANCERO:
Creación de A. Robert Lauer
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El
romance, según Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) es un poema breve de carácter
épico-lírico en español (no en el latín de los clérigos [por eso, romance])
que se recita o se canta al son de un instrumento . Los romances más
antiguos son del siglo XV (romances viejos). En este siglo aparecen
romances en toda Europa, ballads en Inglaterra, chansons en
Francia, volkslieder en Alemania, así como en Grecia, Islandia, Rusia,
Italia, los Países Bajos (Holanda) y en Escandinavia (Suecia, Finlandia,
Noruega, Dinamarca). Los nuevos o artísiticos fueron compuestos por
poetas cultos a partir de la segunda mitad del siglo XVI.
El romance consiste de una tirada o serie indefinida (los
hay desde 16 hasta 1.350 versos) cuyo metro característico es el verso de 16 sílabas
partido en dos hemistiquios de 8 sílabas cada uno, con rima asonante uniforme
en los versos pares, quedando sin rima los impares (cuando hay dos o tres rimas,
el romance es viejo y pertenece a varias partes del cantar del que viene).
El verso es diferente del de cantar de juglaría porque no hay irregularidades métricas.
Desde el siglo XV, se empiezan a escribir divididos por los hemistiquios,
resultando así versos de ocho sílabas con rima asonante en los versos pares y
libres o sin rimar los impares.
Hay dos escuelas sobre la transmisión de los romances:
Para Joseph Bédier, los romances fueron escritos por individuos en una fecha
determinada, aunque sean anónimos (escuela individualista). Menéndez
Pidal plantea dos tipos de poesía: la popular y la tradicional. La
popular agrada a todo el mundo y es repetida sin alterarla, pues el pueblo la ve
como ajena; la tradicional la recibe el pueblo de sus antepasadas, la recuerda,
y la hace suya, creando así variantes. Tradición, entonces, es creación.
El autor de este tipo de poesía es entonces el pueblo, el autor-legión.
Esta postura no cancela necesariamente la individualista. A veces se llama
a esta escuela neotradicionalista.
Los romances españoles proceden de cantos épicos
anteriores como El Poema del Cid, Los infantes de Lara, Bernardo
del Carpio, El Cantar de Zamora, Fernán González (aunque en
el siglo XIX se pensaba que los romances se habían escrito antes, y que las
gestas eran simplemente agrupaciones de romances). Los romances han
pervivido en la memoria popular hasta nuestros días, trasmitiéndose oralmente
de padres a hijos. Esto ha ocurrido en la Península ibérica así como en
la América hispánica y entre los judíos sefardíes [Sephardic > Spanish]
expulsados de España en 1492. Hay colecciones de estos romances recogidos
en Turquía, el Norte de África, y los Estados Unidos.
Recuerden que los cantos épicos o cantares de gesta se
desarrollan en el siglo XII, XIII y XIV. El Poema del Cid es de
1140. En España, el juglar había pasado de moda pero el pueblo retuvo en
la memoria muchos fragmentos de estos cantos épicos y siguió cantándolos.
Así que los romances más viejos son simplemente fragmentos de poemas épicos
conservados en la memoria popular. Naturalmente, estos fragmentos
conservados en la memoria y repetidos de generación en generación no se
conservaron intactos. Estos fragmentos desprendidos del texto cobraron
vida independiente. Se olvidaban los versos antecedentes y los
subsiguientes. Muchas veces se olvidaba la acción misma. Por otra
parte, se tiende a desarrollar los elementos afectivos o líricos, sentimentales
y pintorescos. Con la repetición estos versos van cambiando, se van
quitando y añadiendo palabras, sustituyendo expresiones, etc.
Por eso se llaman épico-líricos. Son breves y
al estilo épico objetivo de los cantares de gesta, pero se les van añadiendo
elementos líricos sentimentales que al final se confunden y mezclan entre sí.
En el siglo XV, los nuevos romances (no los
tradicionales antiguos) imitan los antiguos y el estilo se conserva. Se
conserva también el carácter fragmentario (comienzo abrupto y final trunco)
para dar encanto y misterio. La obra maestra del Romancero es «El Conde
Arnaldos» por su encanto y misterioso final. A principios de este siglo,
Ramón Menéndez Pidal obtuvo de judíos viviendo en Tánger, Marruecos
[Tangiers, Morocco], el final del poema, y se dio cuenta que el modelo truncado
era mejor (el Conde Arnaldos embarca en galera y encuentra a parientes suyos).
Se trata de un romance de aventuras o novelesco.
Los romances se ponen de moda en el siglo XV en la
corte de los Reyes Católicos. Los romances y los villancicos son las
canciones más cantadas tanto en los pueblos como en la corte. La imprenta
contribuye a difundir los romances en cancioneros en el siglo XVI, publicándose
en un primer momento en pliegos sueltos de 8 o 16 páginas, sin encuadernar ni
coser, que se vendían en los mercados o en las calles (estos pliegos ahora son
tesoros bibliográficos). El primer Cancionero de Romances se publica en
Amberes (Antwerp) ca. 1548 (Cancionero sin año) [150 romances]. El
Romancero general en 1600 en Madrid. Otros poetas escribieron
romances como Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), Francisco de Quevedo
(1580-1645), Luis de Góngora (1561-1627), y Lope de Vega (1562-1635). El
teatro de inspirará en los romances también.
El romance pasa de moda en la segunda mitad del siglo
XVII. Con el Romanticismo del siglo XIX se pone a la moda de nuevo ya que
en este período se exalta la poesía popular y las tradiciones históricas y
nacionales.
Clasificación de romances:
I. Viejos: compuestos durante el siglo XV y a principios del XVI:
A. Tradicionales (o históricos): Rey Rodrigo, Bernardo
el Carpio, Fernán González, Infantes de Lara, el Cid.
B: Juglarescos: de diverso origen:
1. Pedro el Cruel;
2. Fronterizos (moriscos):
3. Carolingios (de
gestas francesas);
4. Ciclo bretón (leyendas
del rey Artús);
El rey Artús y la reina Ginebra |
Lanzarote y Ginebra |
El caballero
Lanzarote y la reina Ginebra |
5. Novelescos: de tipo sentimental
6. Históricos de tema no castellano:
7. Líricos (semejantes a los novelescos).
II. Artísticos: escritos después de mediados del XVI.
Romances tradicionales (no romances literarios) son los
romances trasmitidos por tradición popular. Los romances viejos son los
compuestos en el siglo XV y a principios del siglo XVI. Los artísticos
son los escritos a partir de esa fecha. Los tradicionales se llaman
tambien históricos por estar inspirados en las gestas. Se han clasificado
los romances por temas:
Romances HISTÓRICOS (heroicos, o de gesta) o CRONÍSTICOS:
Se refieren a temas de la historia española medieval, pero hay otros sobre Nerón
[Nero] y Roma.
1. El rey Rodrigo, último de los reyes godos,
derrotado por los árabes en 711, al comenzar la conquista musulmana. Los
romances son de mediados del siglo XV y derivan de un relato en prosa, la Crónica
Sarracina de Pedro del Corral (1430).
2. Bernardo del Carpio, personaje legendario que
hace frente a las tropas francas [Frankish] de Carlomagno [Charlemagne o Karl
der Grosse: 742-814] que invaden la península ibérica. Atacó a los
franceses y los vence en Roncesvalles (Roncesvaux) en 798, matando al héroe
franco Roldán (Roland). Se rebela contra su rey, Alfonso II, cuando éste
pretende convertirse en vasallo de Carlomagno. Héroe leonés. Se alía
con los moros de Zaragoza para derrotar a Roldán.
3. Fernán González, vasallo del rey de León y
conde de Castilla. Proclama a Castilla condado independiente del reino de
León en 946. Es pues el héroe de la independencia castellana.
4. Los Infantes de Lara. A la boda de Doña
Lambra y Rúy Velázquez acuden la hermana de Rúy, Doña Sancha, y su marido,
Gonzalo Gustioz, y sus siete hijos. Gonzalo González, el menor de los
hijos, se mete en una disputa con un familiar de doña Lembra y comienza
entonces una serie de guerras y venganzas. Les tiende Rúy Velázquez una
emboscada a los 7 infantes y su ayo, Nuño Salido, son vencidos y decapitados.
El padre llora al ver las cabezas de sus hijos, traídas por los árabes.
La leyenda continúa con Mudarra, hijo bastardo de Gonzalo Gustioz y una mora
noble. Al crecer haría justicia contra Rúy Velázquez y Doña Lembra.
5. El Cid. Sancho II. Cerco (siege)
de Zamora en 1072, Doña Urraca. Estos cantares se derivan del Cantar
de las mocedades de Rodrigo o de otro texto anterior perdido, y de la Crónica
particular del Cid.
ROMANCES FRONTERIZOS y MORISCOS: relatan episodios de las últimas luchas
de la Reconquista entre cristianos y árabes en el siglo XV (con preferencia a
Granada). Se basan no en las gestas ni en las crónicas sino en la
realidad más o menos poetizada. Cuando los árabes dejan de ser un
peligro nacional para España, se llega entonces a tener gran curiosidad por lo
árabe. En los romances los caballeros árabes rivalizan en valor y
caballerosidad a los cristianos. Los romances fronterizos y moriscos están
escritos por juglares o poetas cristianos anánimos pero se suelen llamar
fronterizos a los compuestos desde el punta de vista cristiano, y moriscos a los
que hablan desde el punto de vista moro (maurofilia). No siempre es fácil
separar unos de otros. (cf. Washington Irving, Tales of the Alhambra).
ROMANCES CAROLINGIOS, BRETONES Y NOVELESCOS: Los carolingios son poemas
relacionados con Carlomagno, la lucha de Roncesvalles y el héroe franco Roldán.
Los romances del ciclo bretón derivan su tema de las leyendas artúricas (King
Arthur and the Round Table): el rey Artús o Arturo, la reina Ginebra (Guinevere).
Tristán, Lanzarote (Lancelot), Parsifal. Los novelescos son de asuntos
varios y tienen mucho en común con los carolingios y bretones.
Charlemagne
ROMANCES NOVELESCOS Y LÍRICOS: Romances líricos en los que predomina más
el elemento lírico. Éstas son invenciones de los poetas («Conde
Arnaldos», «El prisionero», «Fontefrida», «La bella malmaridada», etc.).
ROMANCES DE LA TRADICION ACTUAL:
Estilo
de los romances: El romancero se nutrió esencialmente de asuntos españoles,
pero asimilaba lo extranjero también, nacionalizándolo. Los romances
poseen un molde único, a diferencia de otros países extranjeros. Son
sencillos de recursos, con muy pocos adjetivos, repetición de palabras, con
paralelismos, viveza narrativa, rápida composición del escenario, introduce
inmediatamente al lector, con rápidos diálogos dramáticos, realistas, sin
elementos fabulosos, con tendencia a lo fragmentario lo mismo en el comienzo que
al final de la composición. Se entra en la materia in medias res,
sin exponer antecedentes de la acción. La introducción consiste de un apóstrofe
a los oyentes o al mismo protagonista, que se supone presente en el auditorio.
Comienzos abruptos, dejando truncada la narración en el momento de mayor
intensidad, invitando al oyente a que complete el relato. Con una intensa
carga emocional. El romance jamás moraliza. El desenlace trágico
es bastante común. El conflicto planteado siempre es personal. Se
actualiza el problema de manera inmediata y dramática, no se narra.
Cuando hay descripción, es generlamnete una enumeración de carácter intuitivo.
El apóstrofe es seguido del verbo ver o con el adverbio demonstrativo he
(helo), o con el adverbio ya o con alguna exlamación. A
veces el narrador se presenta como testigo del suceso o se coloca la acción en
boca del protagonista, o se dirige al lugar de la acción, que se personifica.
La figura principal retórica es la repetición («Abenámar,
Abenámar»); la aliteración, la descripción enumerada («cuánto [. . .], cuánto
[. . .]»). Los tiempos verbales fluctúan mucho para variar ya que toda
la acción es en el pasado (para evitar la monotonía), para dar diferentes
puntos de vista temporales (cine moderno: alternancia y diversidad de los planos
e imágenes). También para disponer de fáciles asonancias:
Secuencias verbales en los romances:
Francia, Inglaterra, Alemania y los países escandinavos olvidaron por completo
la herencia épica mientras España la recogió en sus romances. De ahí
pasa al teatro del Siglo de Oro [siglos XVI y XVII], a la poesía lírica
renacentista y barroca (Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Luis de Góngora,
Francisco de Quevedo = romances artísticos), al Romanticismo (Zorrilla y el
Duque de Rivas), la Generación del 98 (Antonio Machado, La tierra de
Alvargonzález), a la Generación del 27: Lorca («Romance sonámbulo»), y
aun hasta el teatro moderno (El conde Alarcos de Jacinto Grau). El
romance ha sido también la forma preferida para contar los hechos (en la Guerra
Civil española [1933-1936] se escribieron muchos romances de ambas fronteras [nacional
y republicana], como en la frontera anterior [entre cristianos y musulmanes]).
Con la expansión del imperio español, los romances corrieron por toda Europa
en boca de sus soldados. Los judíos expulsados de España difundieron el
romancero en el norte de África como Marruecos, el Mediterráneo Oriental,
Grecia y Turquía. Finalmente, América fue la última gran zona de la
expansión de los romances que fueron llevados allí por los conquistadores.
Creación de A. Robert Lauer