DON JUAN MANUEL

EL CONDE LUCANOR

(1335)

 

PRIMER PRÓLOGO GENERAL

    Aquí comienza el libro que es titulado del Conde Lucanor.

    Este libro hizo don Juan, hijo del muy noble infante don Manuel, deseando que los hombres hiciesen en este mundo tales obras que les fuesen aprovechamiento de las honras y de las haciendas y de sus estados, y fuesen más allegados a la carrera en la cual pudiesen salvar las almas . Y puso en él los ejemplos más provechosos que él supo de las cosas que acaecieron, para que los hombres puedan hacer esto que dicho es. Y será maravilla si de cualquier cosa que acaezca a cualquier hombre no se halla en este libro su semejanza en lo que acaeció a otro.

    Y porque don Juan vio y sabe que en los libros acontecen muchos yerros al copiarlos, porque las letras se semejan unas a otras, cuidando que una letra es otra al transcribirlos, múdase toda la razón y por ventura confúndese; y los que después hallan aquello escrito, echan la culpa al que hizo el libro. Y porque don Juan se receló de esto, ruega a los que lean cualquier libro que sea copia del que él compuso, o de los libros que él hizo, que si hallan alguna palabra mal puesta, que no le echen la culpa a él hasta que vean el libro mismo que don Juan hizo y que está enmendado en muchos lugares de su letra.

    Y los libros que él hizo son éstos, los cuales él ha hecho hasta aquí: La crónica abreviada, El libro de los sabios, El libro de la caballería, El libro del infante, El libro del caballero y del escudero, El libro del conde, El libro de la caza, El libro de las máquinas de guerra, El libro de los cantares. Y estos libros están en el monasterio de los frailes predicadores, que él hizo en Peñafiel. Pero, una vez que hayan visto los libros que él hizo, por las menguas que en ellos hallen, no echen la culpa a la su intención, sino échenla a la mengua de su entendimiento, por la cual se atrevió a entremeterse a hablar de tales cosas. Pero Dios sabe que lo hizo con la intención de que se aprovechasen de lo que él diría a las gentes que no fuesen muy letradas ni muy sabedoras. Y por ende hizo todos los sus elogios en romance; y esto es señal cierta de que los hizo para los legos y de no muy gran saber.

    Y de aquí adelante comienza el prólogo del Libro de los ejemplos del Conde Lucanor y de Patronio.


PRÓLOGO DEL LIBRO DE LOS EJEMPLOS 
DEL CONDE LUCANOR Y DE PATRONIO

 

    En el nombre de Dios. Amén.

    Entre las muchas cosas extrañas que nuestro señor Dios hizo, tuvo por bien hacer una muy maravillosa; ésta es: de cuantos hombres en el mundo son, no hay uno que del todo se semeje a otro en la cara; porque, comoquiera que todos los hombres tienen esas mismas cosas en la cara, tanto los unos como los otros, sin embargo, las caras en sí mismas no se semejan las unas a las otras. Y pues en las caras que son tan pequeñas cosas, hay en ellas tan gran diferencia, menor maravilla es que haya diferencia en las voluntades y en las intenciones de los hombres. Y así hallaréis que ningún hombre se semeja del todo en la voluntad ni en la intención a otro. Y os daré algunos ejemplos para que lo entendáis mejor.

    Todos los que quieren y desean servir a Dios, todos quieren una misma cosa, pero no lo sirven todos de una manera, que unos le sirven de una manera y otros de otra. Otrosí, los que sirven a los señores, todos los sirven, mas no los sirven todos de una manera. Y los que labran y crían, y juegan y cazan, y hacen todas las otras cosas, todos las hacen, mas no las entienden ni las hacen todos de una manera. Y así, por este ejemplo y por otros que serían muy largos de decir, podéis entender que, comoquiera que los hombres todos sean hombres y todos tengan voluntades e intenciones, que como tan poco se semejan en las caras, tan poco se semejan en las intenciones y en las voluntades; pero todos se semejan en tanto que todos usan y quieren y aprenden mejor aquellas cosas de que más se pagan, que las otras. Y porque cada hombre aprende mejor aquello de que más se paga, por ende el que alguna cosa quiere mostrar, débela mostrar de la manera que entienda que será más pagado el que la ha de aprender. Y porque a muchos hombres las cosas sutiles no les caben en los entendimientos, porque no las entienden bien no toman placer en leer aquellos libros ni aprender lo que está escrito en ellos. Y porque no toman placer en ello, no lo pueden aprender ni saber, tal como les cumplía. Por ende, yo, don Juan, hijo del infante don Manuel, adelantado mayor de la frontera y del reino de Murcia , hice este libro compuesto con las más hermosas palabras que yo pude, y entre las palabras metí algunos ejemplos de que se podrían aprovechar los que los oigan. Y esto hice según la manera como hacen los médicos, quienes, cuando quieren hacer alguna medicina que aproveche al hígado, porque por su naturaleza el hígado se paga de las cosas dulces, mezclan con aquella medicina con que quieren curar el hígado, azúcar o miel o alguna cosa dulce; y por el gusto que el hígado tiene de la cosa dulce, al atraerla a sí, lleva con ella la medicina que le ha de aprovechar. Y eso mismo hacen a cualquier miembro que tenga necesidad de alguna medicina, que siempre la dan con alguna cosa que por su naturaleza aquel miembro la haya de atraer a sí. Y a esta semejanza, con la merced de Dios, será hecho este libro; y los que lo lean, si por su voluntad toman placer de las cosas provechosas que allí hallen, será bien; y aun los que tan bien no lo entiendan, no podrán evitar que, leyendo el libro, por las palabras halagüeñas y elegantes que en él hallarán, no hayan de leer las cosas provechosas que están allí mezcladas; y aunque ellos no lo deseen, se han de aprovechar de ellas, así como el hígado y los otros miembros dichos se aprovechan de las medicinas que están mezcladas con las cosas de que ellos se pagan. Y Dios que es perfecto y perfeccionador de todos los bienes hechos, por la su merced y por la su piedad, quiera que los que este libro lean, que se aprovechen de él a servicio de Dios y para salvación de sus almas y provecho de sus cuerpos; así como él sabe que yo, don Juan, lo digo con esta intención. Y lo que allí hallen que no está bien dicho, no echen la culpa a la mi intención, mas échenla a la mengua del mi entendimiento. Y si alguna cosa hallan bien dicha y provechosa, agradézcanselo a Dios, pues él es aquel por quien todos los buenos dichos y hechos se dicen y se hacen.

    Y pues el prólogo está acabado, de aquí adelante comenzaré la materia del libro, a manera de un gran señor que hablaba con su consejero. Y decían al señor, conde Lucanor, y al consejero, Patronio.

EJEMPLO XI

DE LO QUE ACONTECIÓ A UN DEÁN DE SANTIAGO CON DON ILLÁN 
EL GRAN MAESTRO QUE MORABA EN TOLEDO

Otro día hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y contábale sus asuntos de esta guisa:

Patronio, un hombre vino a rogarme que le ayudase en un hecho en que había menester mi ayuda, y prometióme que haría por mí todas las cosas que fuesen mi pro y mi honra. Y yo comencéle a ayudar cuanto pude en aquel hecho. Y antes de que el negocio fuese acabado, creyendo él que ya el negocio suyo estaba resuelto, acaeció una cosa en que cumplía que él la hiciese por mí, y roguéle que la hiciese y él púsome excusa. Y después acaeció otra cosa que él hubiese podido hacer por mí, y púsome otrosí excusa: y esto me hizo en todo lo que yo le rogué que hiciese por mí. Y aquel hecho por el que él me rogó, no está aún resuelto, ni se resolverá si yo no quiero. Y por la confianza que yo he en vos y en el vuestro entendimiento, ruégoos que me aconsejéis lo que haga en esto.

Señor condedijo Patronio, para que vos hagais en esto lo que vos debéis, mucho querría que supieseis lo que aconteció a un deán de Santiago con don Illán, el gran maestro que moraba en Toledo .

Y el conde le preguntó cómo había sido aquello.

Señor condedijo Patronio, en Santiago había un deán que había muy gran talante de saber el arte de la nigromancia, y oyó decir que don Illán de Toledo sabía de ello más que ninguno que viviese en aquella sazón. Y por ello vínose para Toledo para aprender aquella ciencia. Y el día que llegó a Toledo, enderezó luego a casa de don Illán y hallólo que estaba leyendo en una cámara muy apartada; y luego que llegó a él, recibiólo muy bien y díjole que no quería que le dijese ninguna cosa de aquello por lo que venía hasta que hubiesen comido. Y cuidó muy bien de él e hízole dar muy buena posada, y todo lo que hubo menester y diole a entender que le placía mucho con su venida.

Y después que hubieron comido, apartóse con él y contóle la razón por la que allí había venido, y rogóle muy apremiadamente que le mostrase aquella ciencia, que él había muy gran talante de aprenderla. Y don Illán díjole que él era deán y hombre de gran rango y que podría llegar a gran estado y los hombres que gran estado tienen, desde que todo lo suyo han resuelto a su voluntad, olvidan muy deprisa lo que otro ha hecho por ellos: y él, que recelaba que desde que él hubiese aprendido de él aquello que el quería saber, que no le haría tanto bien como él le prometía. Y el deán le prometió y le aseguró que de cualquier bien que él tuviese, que nunca haría sino lo que él mandase.

Y en estas hablas estuvieron desde que hubieron yantado hasta que fue hora de cena. De que su pleito fue bien asosegado entre ellos, dijo don Illán al deán que aquella ciencia no se podía aprender sino en lugar muy apartado y que luego, esa noche, le quería mostrar dó habían de estar hasta que hubiese aprendido aquello que él quería saber. Y tomóle por la mano y llevóle a una cámara. Y, en apartándose de la otra gente, llamó a una manceba de su casa y díjole que tuviese perdices para que cenasen esa noche, mas que no las pusiese a asar hasta que él se lo mandase.

Y desde que esto hubo dicho llamó al deán; y entraron ambos por una escalera de piedra muy bien labrada y fueron descendiendo por ella muy gran rato de guisa que parecía que estaban tan bajos que pasaba el río Tajo sobre ellos. Y desde que estuvieron al final de la escalera, hallaron una posada muy buena, y una cámara muy adornada que allí había, donde estaban los libros y el estudio en que había de leer. Y desde que se sentaron, estaban parando mientes en cuáles libros habían de comenzar. Y estando ellos en esto, entraron dos hombres por la puerta y diéronle una carta que le enviaba el arzobispo, su tío, en que le hacía saber que estaba muy doliente y que le enviaba rogar que, si le quería ver vivo, que se fuese luego para él. Al deán le pesó mucho de estas nuevas; lo uno por la dolencia de su tío, y lo otro porque receló que había de dejar su estudio que había comenzado. Pero puso en su corazón el no dejar aquel estudio tan deprisa e hizo sus cartas de respuesta y enviólas al arzobispo su tío. Y de allí a unos tres días llegaron otros hombres a pie que traían otras cartas al deán, en que le hacían saber que el arzobispo era finado, y que estaban todo los de la iglesia en su elección y que fiaban en que, por la merced de Dios, que le elegirían a él, y por esta razón que no se apresurase a ir a la iglesia. Porque mejor era para él que le eligiesen estando en otra parte, que no estando en la Iglesia.

Y de allí al cabo de siete o de ocho días, vinieron dos escuderos muy bien vestidos y muy bien aparejados, y cuando llegaron a él besáronle la mano y mostráronle las cartas que decían cómo le habían elegido arzobispo. Y cuando don Illán esto oyó, fue al electo y díjole cómo agradecía mucho a Dios porque estas buenas nuevas le habían llegado en su casa; y pues Dios tanto bien le había hecho, que le pedía como merced que el deanato que quedaba vacante que lo diese a un hijo suyo. El electo díjole que le rogaba que le quisiese permitir que aquel deanato que lo hubiese un su hermano; mas que el haría bien de guisa que él quedase contento, y que le rogaba que se fuese con él para Santiago y que llevase él a aquel su hijo. Don Illán dijo que lo haría.

Y fuéronse para Santiago ; y cuando allí llegaron fueron muy bien recibidos y muy honrosamente. Y desde que moraron allí un tiempo, un día llegaron al arzobispo mandaderos del papa con sus cartas en las cuales le daba el obispado de Tolosa, y que le concedía la gracia de que pudiese dar el arzobispado a quien quisiese. Cuando don Illán esto oyó, recordándole muy apremiadamente lo que con él había convenido, pidióle como merced que lo diese a su hijo; y el arzobispo le rogó que consintiese que lo hubiese un su tío, hermano de su padre. Y don Illán dijo que bien entendía que le hacía gran tuerto, pero que esto que lo consentía con tal de que estuviese seguro de que se lo enmendaría más adelante. El arzobispo le prometió de toda guisa que lo haría así y rogólo que fuese con él a Tolosa .

Y desde que llegaron a Tolosa, fueron muy bien recibidos de los condes y de cuantos hombres buenos había en la tierra. Y desde que hubieron allí morado hasta dos años. llegáronle mandaderos del papa con sus cartas en las cuales le hacía el papa cardenal y que le concedía la gracia de que diese el obispado de Tolosa a quien quisiese. Entonces fue a él don Illán y díjole que, pues tantas veces le había fallado en lo que con él había acordado, que ya aquí no había lugar para ponerle excusa ninguna, que no diese alguna de aquellas dignidades a su hijo. Y el cardenal rogóle que consintiese que hubiese aquel obispado un su tío, hermano de su madre que era hombre bueno y anciano; mas que, pues él cardenal era, que se fuese con él para la corte, que asaz había en que hacerle bien. Y don Illán quejóse de ello mucho, pero consintió en lo que el cardenal quiso, y fuese con él para la corte.

Y desde que allí llegaron, fueron muy bien recibidos por los cardenales y por cuantos allí estaban en la corte, y moraron allí muy gran tiempo. Y don Illán apremiando cada día al cardenal que le hiciese alguna gracia a su hijo, y él poníale excusas.

Y estando así en la corte, finó el papa; y todos los cardenales eligieron a aquel cardenal por papa. Entonces fue a él don Illán y díjole que ya no podía poner excusa para no cumplir lo que le había prometido. Y el papa le dijo que no le apremiase tanto, que siempre habría lugar para que le hiciese merced según fuese razón. Y don Illán se comenzó a quejar mucho, recordándole cuántas cosas le había prometido y que nunca le había cumplido ninguna, y diciéndole que aquello recelaba él la primera vez que con él había hablado y pues que a aquel estado era llegado y no le cumplía lo que le había prometido, que ya no le quedaba lugar para esperar de él bien ninguno. De esta queja se quejó mucho el papa y comenzóle a maltraer diciéndole que, si más le apremiase, que le haría echar en una cárcel, que era hereje y mago, que bien sabía él que no había otra vida ni otro oficio en Toledo donde él moraba, sino vivir de aquel arte de la nigromancia.

Y desde que don Illán vio cuán mal galardonaba el papa lo que por él había hecho, despidióse de él y ni siquiera le quiso dar el papa que comiese por el camino. Entonces don Illán dijo al papa que pues otra cosa no tenía para comer, que se habría de tornar a las perdices que había mandado a asar aquella noche, y llamó a la mujer y díjole que asase las perdices.

Cuando esto dijo don Illán, se halló el papa en Toledo, deán de Santiago, como lo era cuando allí vino, y tan grande fue la vergüenza que hubo, que no supo qué decirle. Y don Illán díjole que se fuese con buena ventura y que asaz había probado lo que tenía en él, y que lo tendría por muy mal empleado si comiese su parte de las perdices.

Y vos, señor conde Lucanor, pues veis que tanto hacéis por aquel hombre que os demanda ayuda y no os da de ello mejores gracias, tengo que no habéis por qué trabajar ni aventuraros mucho para llevarlo a ocasión en que os dé tal galardón como el deán dio a don Illán.

El conde tuvo éste por buen consejo, e hízolo así y hallóse en ello bien

Y porque entendió don Juan que este ejemplo era muy bueno, hízolo escribir en este libro e hizo de ello estos versos que dicen así:

A quien mucho ayudes y no te lo reconozca
menos ayuda habrás de él desde que a gran honra suba

 

Preguntas:

1. ¿De qué se preocupa Don Juan Manuel en el Prólogo General"?

2. Menciona algunos temas del segundo prólogo.

3. ¿Quién es Patronio?

4. ¿Qué problema tiene el Conde Lucanor?

5. ¿Cómo le explica la solución al Conde?

6. ¿Por qué se va el deán de Santiago a Toledo? ¿Cómo es recibido?

7. ¿Por qué sospecha don Illán a los hombres de gran posición?

8. ¿Qué es lo que le promete el deán a don Illán si le enseña la quiromancia?

9. ¿Qué es lo que le pide don Illán a su criada?

10. ¿Hasta dónde llega la escalera de piedra?

11. ¿Quiénes interrumpen a los dos estudiosos?

12. Al verle a su amigo convertido en arzobispo, ¿que le pide don Illán? ¿Cómo reacciona el nuevo arzobispo?

13. ¿Cómo reacciona el amigo a las demas peticiones de don Illán cuando es nombrado obispo de Tolosa, cardenal, y finalmente Papa?

14. ¿De qué le acusa el Papa a don Illán?

15. Al pedir las perdices, ¿dónde se encuentran los dos hombres?

16. ¿Qué significa la moraleja al final? ¿Por qué Don Juan Manuel termina el ejemplo con unos versos?

17. ¿Qué se nota. en la obra en cuanto a otros aspectos de estilo, propósito, etc.?

18. Basándose en este ejemplo, ¿cuál es la estructura típica de un ejemplo (tal como los compone Don Juan Manuel)?